viernes, 17 de octubre de 2008

El manantial (León Tolstoi 1828-1910)


En un caluroso día de verano, tres viajeros se reunieron junto a un fresco manantial, que estaba al lado del camino, rodeado de algunos árboles y de húmedo césped; el agua, pura como una lágrima, caía en un recipiente naturalmente hecho en la piedra; luego se vertía para esparcirse por la pradera.
Los viajeros descansaron a la sombra de aquellos árboles y bebieron agua del manantial.
Junto a él vieron una piedra en la cual se leían estas palabras:
"Pareceos a este manantial"
Los peregrinos leyeron la inscripción, después se preguntaron su significado.
Es buen consejo -dijo uno de ellos, que era comerciante. El arroyo corre sin cesar, va lejos, recibe agua de otros y se hace un gran río. Así, el hombre debe imitarle ocupándose de sus asuntos, y siempre triunfará y conseguirá riquezas.
-No -dijo el segundo viajero, un joven--. A mi entender, esa inscripción significa que el hombre debe preservar su alma de los malos instintos, de los deseos malos; su alma debe estar tan pura como el agua de este manantial. Actualmente, esta agua da fuerzas a los que, como nosotros, se detienen para beber; si hubiese atravesado el universo, si el agua estuviera turbia, ¿qué utilidad tendría?, ¿quién la querría beber?
El tercer viajero, que era anciano, sonrió y dijo:
Este joven tiene razón. El manantial, dando de beber a los sedientos, enseña al hombre a practicar el bien indistintamente, sin esperar recompensa, sin contar con el agradecimiento.
Tomado de Cuentos escogidos

HACER EL AMOR










La sociedad en la que vivimos nos ha expuesto e impuesto, una idea del amor que a criterio del que escribe es parcialmente equivocada. Nos enseñan desde pequeños que el amor es el sentimiento perfecto por excelencia; paralelamente en el entorno, escuchamos frases alusivas al amor como: “una rosa con espinas”, “un camino accidentado hacia el paraíso” e infinidad de metáforas; que dibujan al amor como una conjunción de dos personas que comparten situaciones, que se entregan mutuamente y que sufren para llegar a una felicidad ¿eterna?.
Luego de estudiar el concepto de Felicidad, llegué a la conclusión de que ésta es un estadío en el cual nos sentimos realizados; por lo general pasajera y variable; sin embargo la felicidad es tan elástica que se puede prolongar “por los siglos de los siglos amen” o “hasta que la muerte los separe”, claro que esas felicidades prolongadas al máximo, sólo las hemos visto en cuentos como “Blancanieves” o “Rapunsel”.
Todo este preámbulo irónico me motiva a presentar mi idea de amor: “El amor eterno es posible, sin sufrimientos excesivos de por medio; siempre y cuando se vea al amor como un acto donde prime la razón sobre el sentimiento”. Muchos escritores han opinado al respecto, han planteado ideas sobre el equilibrio emocional, sobre el origen del amor en el mundo e infinidad de ideas creadas ante la necesidad de respuestas.
Sin embargo para mi, una de las majestuosas metáforas acerca del origen del amor bi-personal, es la que plantea la cultura Griega a manera de leyenda, que dice: “Los seres humanos fueron en los orígenes dos personas en un solo cuerpo, con dos cabezas, cuatro brazos y cuatro piernas. Rebosantes de satisfacción y en una integración perfecta, andaban extasiados de un lado al otro y se sentían capaces y deseosos de hacer casi cualquier cosa. Eran orgullosos y arrogantes, y tenían una fuerza y vigor formidables. Así fue que se atrevieron a atacar a los dioses. Zeus (el dios supremo por entonces) no quiso eliminarlos sin más pero los separó en dos, con lo cual les restó poder y felicidad, y los condenó a pasar su vida ansiando el momento de reencontrarse con su otra mitad”.
“Cada mitad anhelaba encontrarse con a otra mitad, de la cual la habían separado. Cuando lo hicieron, se dieron un abrazo muy fuerte, desesperados por volver a unirse, y así acabaron dejándose estar y muriendo de hambre, pues sólo se preocupaban por estar juntos. Al morir un miembro de par, el que quedó solo salió a buscar a otra pareja, que podía ser la mitad de un todo femenino (lo que hoy conocemos como mujer) o masculino”.
Data de esa época, entonces, el amor innato que los seres humanos sentimos por el prójimo, el amor que nos lleva a querer fundir dos seres en uno y regresar a nuestro estado primitivo.
Queda claro que todas las sociedades buscaran una respuesta a la incógnita del amor y la seguirán buscando hasta el día del juicio final.
Para encausar esta lectura hacia la posibilidad de un amor eterno, diré que el amor, mas allá de ser un sentimiento propio del ser humano, es una cadena de actitudes que dos personas adoptan entre si para llegar a una convivencia plena. Estas actitudes son alteradas muchas veces por el entorno social. Para realizar un estudio sistematizado, divido al amor en tres dimensiones yuxtapuestas entre si, las cuales pasaré a explicar a continuación:
Dimensión Intelectual: Tomando el concepto de inteligencia “capacidad cognitiva para resolver un problema de la vida cotidiana”; señalo que dos personas podrán amarse si tienen niveles intelectuales semejantes sin importar el contexto en el que se desarrollen. Para dilucidar mejor este tema, podríamos decir por ejemplo que una competitiva abogada podría enamorarse de un obrero de construcción civil, siempre y cuando ambos tengan deseos de superación, metas y fines análogos, este ejemplo puede calificarse de extremista; pero se registran casos. Otro ejemplo podría estar entre un avezado delincuente sin estudios y una doctora en medicina con actitud mediocre, ambos aparentemente no tienen nada en común; pero analizando sus situaciones tienen por común denominador a la mediocridad y eso los podría llevar a un eventual amor, al igual que la abogada y el obrero donde el común denominador es el amplio deseo de superación de las dos partes. Estos ejemplos no se distinguen en género, puede darse varón-mujer o mujer-varón. Resumiendo compongo este primer cuadro.
Dimensión Sentimental: El ser humano en su desarrollo, adquiere sentimientos que luego utiliza en su existencia social, el hombre tiende a crearse sentimientos críticos o sea que siempre habrá una o dos emociones que lo caractericen y lo diferencien del resto. Para que exista amor entre dos personas, deberán de poseer sentimientos críticos semejantes o complementarios, es en esta dimensión donde se aplica la “complementariedad del ser humano”. Para aclarar este argumento, está el ejemplo del sujeto piadoso y bondadoso que se sentirá inclinado o atraído y luego quizá enamorado de una mujer caritativa y acomedida; de tal modo que el común denominador entre estos dos personajes será “el bienestar del prójimo”. De igual modo podríamos decir que aquella mujer infame e injuriosa se sentirá atraída por un varón despiadado e inclemente; de tal modo que entre ellos dos exista un común denominador de “negativismo social”.
Cuando hablamos de sentimientos y emociones, podemos caer en ambigüedades, por lo complejo del tema; es por ello que me parece correcto agregar que todos los seres humanos, buenos o malos, tienen el derecho de cambiar, en especial los malos; pero así como ellos tienen ese derecho, nosotros (como sociedad) tenemos el deber de restablecerlos a nuestra humanidad para llegar a una convivencia equilibrada y coherente con la virtud esencial de la caridad.
Es así que concluyo esta segunda dimensión haciendo hincapié en la complementariedad del ser. Dos personas podrán amarse cuando son complementarias y/o semejantes. Antes se creía que el amor existía entre dos personas con sentimientos iguales; sin embargo, discrepo en ese aspecto, pues la igualdad entre dos personas crearía un afán de alejamiento, puesto que al darse cuenta las partes que lo que tienen al lado es conocido, perderían el interés del uno por el otro y buscarían algo mas allá de lo conocido, mejor dicho: buscarían lo complementario (lo que les falta) y/o lo semejante (lo que les apareja). Con fines didácticos establezco una segunda relación de manera grafica.
Este cuadro deja apertura a una posible unión entre un sujeto emocional-positivo con un sujeto emocional-negativo, dejando claro que esta unión tendrá una conclusión satisfactoria sí y sólo sí se considera al primer sujeto como factor dominante y al segundo sujeto como factor recesivo, respectivamente; de lo contrario la unión será dañina para el primer sujeto.
Dimensión del Placer: Siendo que el ser humano está formado por cuerpo y alma, el placer se centra en la parte corporal del hombre, insidiendo en lo físico-químico. Cuando hablamos de la necesidad humana de obtener respuestas a sus incógnitas, concretamos que el hombre se las ha ingeniado para explicar lo desconocido, ya sea mediante mitos, leyendas, cuentos, etc. El placer ha sido siempre objeto de pregunta, nueve de cada diez personas hemos tenido la sensación de “vació estomacal” cuando la amada esta cerca y viceversa. Quizá el enrojecimiento de mejillas, el palidecer del rostro o el sudor de las manos frente al ser amado, sean características que muchos hemos pasado en nuestra vida. El placer, en el aspecto físico, refiere: encontrar agradable algún acto realizado por uno mismo o por otro.
Es por esto que el placer es importante en una pareja que se ama, ambos deben sentirse a gusto cuando están cerca, deben sentirse atraídos como si fueran los polos opuestos de un imán, en la edad media se hablaba de la conjugación química de los hombres, se decía que determinados grupos de varones tenían caracteres químicos comunes que se enlazaban y se conjugaban correctamente con los caracteres químicos de un determinado grupo de mujeres. La dimensión del placer, penetra al conocimiento del sexo y sexualidad, llegando al tema de relación sexual
[*] hombre-mujer, para finalizar en el coito; quedando establecido que el coito tiene como una de sus finalidades: la satisfacción y el deleite de los ejecutantes de dicha relación.
La sociedad actual muestra al coito como algo libre, común y satisfactorio; apreciamos día a día como la publicidad llena nuestras mentes con orgasmicos eslóganes como: “Tengamos sexo”, “el sexo es libre”, etc. No me considero un moralista en el aspecto sexual, pero usando mi derecho de opinión, puedo afirmar que el sexo (coito) no se hizo solamente para satisfacer esa necesidad de placer, el coito tiene mística en su desarrollo, por lo tanto hay que tomarlo como tal, hay que respetarlo como lo que es: “El coito es una consecuencia natural del amor de pareja”. Esto nos separa de los animales irracionales que actúan mediante el instinto. La prudencia y la sensatez son virtudes que ayudan a determinar el ¿Cuándo?, ¿Con quién? y ¿Para qué? tener sexo.
Concluyo en que la esencia del amor seguirá siendo desconocida debido a su carácter impredecible; pero conociendo las dimensiones del amor, podremos alcanzar una convivencia positiva y duradera, además de encontrar el verdadero amor, ese amor que cree en Dios y en los hombres; amor que tácitamente crea, construye y edifica las bases reales de nuestra sociedad.
KENNETH FELIPA M